La dueña de una lujosa propiedad en Florida que luego compró Donald Trump deseaba que su palacio se convirtiera algún día en una residencia presidencial. 
El anhelo de la heredera Marjorie Meriweather Post, quien construyó la opulenta edificación en 1922, se cumplió el 8 de noviembre de 2016, cuando el magnate de bienes raíces fue elegido como presidente de Estados Unidos. 

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Trump adquirió el terreno en la isla de Palm Beach, Florida en 1985 para convertirlo en el elegante complejo hotelero Mar-a-Lago, pero después de que fue jefe de Estado la propiedad adquirió un nuevo significado.
Pocos días antes de asumir la presidencia del país, el republicano anunció en su cuenta de Twitter que había escrito su discurso de toma de posesión desde Mar-a-Lago, y le llamó la “Casa Blanca de invierno”.
El término ha sido utilizado durante décadas para dar nombre a la residencia donde la familia presidencial estadounidense pasa las vacaciones de invierno. Barack Obama, por ejemplo, viajaba a Plantation Estate, en Hawái, mientras que Richard Nixon y John F. Kennedy tenían sitios de descanso en el estado sureño de Florida.

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Pero la diferencia con el expresidente Trump es que su casa es también un exclusivo club social con 114 habitaciones al que van a vacacionar decenas de millonarios y donde se celebran diversos eventos privados al año.
Lee también: El Búnker de Trump, bajo cateo del FBI 
En Estados Unidos existe una casa de retiro para los presidentes llamada “Camp David” (en Maryland), que es técnicamente una instalación militar y está provista de lo necesario para proteger a los jefes de Estado. Pero como Trump repitió en varias ocasiones que viajaría con frecuencia a Mar-a-Lago, el complejo hotelero se convierió en un fortín de seguridad.

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Mar-a-Lago en cifras
Tres embarcaciones llenas de piedra fueron traídas de Génova, Italia, para la construcción de las paredes exteriores, arcos y parte del interior en la década de 1920.
Marjorie Meriweather Post instaló en la casa aproximadamente 36.000 azulejos que habían sido recolectados desde principios del siglo XIX.

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Se utilizaron 204 metros cuadrados de mármol blanco y negro de un antiguo castillo en Cuba, que fueron usados para el piso del comedor.
Post, dueña de la fortuna de la empresa de cereales Post, donó la propiedad al gobierno federal antes de fallecer en 1973.
Cuando Trump compró el espacio, se construyó un salón de baile de más de 1.800 metros cuadrados.
¿Un café con Trump?
A mediados de los 80, la llegada de Trump a Palm Beach no fue bien recibida por algunas familias pertenecientes a la clase alta de Florida.
El empresario le compró la propiedad al gobierno estadounidense por menos de US$10 millones, señaló la prensa.
Según reportó The New York Times, Mar-a-Lago fue el primer complejo hotelero de toda la isla en recibir como miembros a una pareja gay y admitió a judíos y afroestadounidenses, comunidades excluidas en otros clubes de este tipo.
Pero poco a poco el complejo hotelero se fue consolidando en la zona y, tras la elección de Trump como presidente, adquirió un valor agregado que no tiene ningún otro club. A partir de enero, la membresía subió de US$100.000 a US$200.000, según reportaron medios estadounidenses.
Una posible cercanía entre el presidente y los millonarios que asisten a su club supone para algunos un conflicto de interés.
Dos senadores demócratas exigieron que Trump publique una lista con los nombres de los miembros de Mar-a-Lago, tras argumentar que más de uno podría obtener acceso al presidente en su “Casa Blanca de Invierno”. “Se va a convertir en un refugio privado para ir a buscar favores políticos”, expresaron en una carta los representantes Sheldon Whitehouse (Rhode Island) y Tom Udall (Nuevo México).
Jeff Greene, miembro del club que votó por la demócrata Hillary Clinton y fue candidato al Senado de Florida, le dijo a The New York Times que las visitas de Trump al resort serán “como ir a Disneylandia sabiendo que Mickey Mouse va a estar allí todo el día”.
Mar-a-Lago, “Lo más cercano al paraíso”
A principios de los 90, Trump entró en dificultades financieras por la caída de los precios de los inmuebles y el fracaso de varios de sus negocios y le dijo al ayuntamiento que no podía hacerse cargo de los US$3 millones anuales que costaba el mantenimiento.
“Mar-a-Lago es lo más cercano al paraíso. Lo dice Trump y yo estoy de acuerdo”, sostiene Ron Kessler, que ha visitado el lugar en varias ocasiones.
“Cualquiera que está allí queda deslumbrado por la belleza, el follaje, el agua a los dos lados de la isla, el beach club que está en el océano, las dos piscinas climatizadas a unos 25 grados todo el año, la comida, las bebidas… es espectacular, una maravilla”.
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